Pues tú o tú o yo o yo, o nosotros y vosotros. Corredores. O no.
Andarines. Gente que corremos solos o acompañados. Que salimos a andar, con
nuestros pensamientos, o nuestro teléfono, con la radio o con la banda sonora
que nos motive, a horas de locos, de sol implacable, de brisa de atardecer, de
día a estrenar. Unos nos forzamos al límite, porque nos encanta recolectar esa
cosecha de endorfinas que llega sólo cuando la gota gorda de sudor enfila por
la punta de la nariz. Otros preferimos ir a nuestro ritmo y no saber cómo es
esa otra velocidad que hace que los músculos se tersen un poco más. En general,
somos gente básicamente sanota, a la que le puede gustar un espeto de sardinas
y una caña después de una carrera. Entre nosotros los hay cuarentones que han
descubierto solo ahora el placer de correr y bañarse después en el mar. Hay
corredores veteranos, encantados en su faceta de gurús de los nuevos. Los hay
obsesionados por las zapatillas y las lesiones y otros que pasan mucho hasta de
mirar el reloj. Los hay más jovencitos, que arrancan citas con sus rodillas en
agendas ocupadas, también tenemos a parados que echan mano de esas horas de
ejercicio para no perder la moral. Estudiantes, amas de casa o madres que sacan
el tiempo donde parece que no existe.
No
organizamos esta carrera. O sí. En realidad la organización nos da un poco
igual, aunque intentaremos que, de una manera amateur, esté bien hecha. En fin,
que lo que no estamos dispuestos es a que nos amarguen un buen dulce. O sea,
que una buena idea suponga tratar de bregar con multitud de departamentos
municipales, permisos, coordinación de la descoordinación del área de la
concejalía de la comisión del jefe de servicio. Hemos pensado que si miles
pueden quedar a beber en un botellódromo con los parabienes oficiales, ¿por qué
no vamos a quedar a correr algunos amigos, muchos amigos, por una buena causa?
Cada uno responsable de su caminata o de su carrera.
Así que
ya lo sabes. Somos todos. Los que queremos. Los que podemos. Los que queremos sudar
por una causa sin llorar por unos permisos. Sólo queremos vuestro permiso. El
nuestro. Así que, con el permiso de todos, bienvenidos a la carrera de la Luna.
Con vocación de más. Buena luna.